Casi
todos los días, decenas y hasta cientos de fieles judíos ascienden a la
disputada porción de 36 acres, que es la plataforma que los musulmanes
veneran como la mezquita de Al Aqsa, pero que los judíos veneran como el
Monte del Templo que originalmente construyera Salomón (mucho, pero
mucho antes de que existieran los Palestinos) y, todo se hace con una
escolta de la policía israelí para protegerlos y un guardia de seguridad
musulmán para controlar sus movimientos.
La
seguridad es fuerte en las inmediaciones del muro de las lamentaciones
en Jerusalén este mes.
Un ritual simple pero antiguo está amenazando el equilibrio delicado de
seguridad sobre la plaza más sagrada de Jerusalén: -los judíos están
orando en un lugar dentro de su propio país, pero que es reclamado por
advenedizos-.
Entonces,
recitan una oración rápida, a veces en silencio para sí mismos- en voz
baja o susurrando-, otras veces en voz alta, y ese sencillo hecho es un
"pecado imperdonable" para muchos musulmanes.
Activistas judíos llaman a las oraciones
inofensivas, un acto de fe. La policía y los funcionarios musulmanes
consideran peligrosas provocaciones, especialmente teniendo en cuenta
las sensibilidades religiosas profundas del lugar y su historia de
violencia.
Hace
doce años, la presencia de judíos en la plaza era tan polémica que un
breve recorrido por allí, el entonces Primer Ministro, Ariel Sharon,
ayudó a desencadenar un levantamiento palestino o "Antifada" que duró
más de cuatro años.
Pero hoy en día los fieles judíos son más
frecuentes, llegando en mayor número que en cualquier otro momento desde
la fundación de Israel, lo cual sería consistente con el despertar y la
sed porque sobre esa montaña se vuelva a construir el Templo de
Jerusalén, tal y como lo profetiza Ezequiel. Es en ese nuevo templo,
según las profecías bíblicas, donde se sentará el Anticristo y cometerá
lo que la Biblia describe como la "Abominación desoladora".
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